Crónica detallada de la ‘moción de censura’ según Francisco Pomares (IV)

18 Oct, 2016 | Política, Sociedad | 0 Comentarios

(Continuación…)

« El final de la cuenta atrás’

Clavijo intentó entonces convencer a José Miguel Pérez, y le llamó por teléfono, pero no había forma de dar con él. Empezaron a llamar a Pérez desde las diez de la mañana, en cuanto Barragán avisó a Clavijo y le dijo que el segundo intento de firma, en Granadilla, también se había frustrado. Barragán lo había intentado todo la noche del domingo: al final apalabró con Julio Cruz verse la mañana siguiente, en Arona. Y Cruz se comprometió a asistir, pero es probable que no tuviera intención de hacerlo. Ni siquiera convocó a Héctor Gómez y Nicolás Jorge. Jorge fue avisado por un periodista de que se iba a producir el encuentro, y le dijo que él no estaba convocado, pero que si le convocaban iría a la reunión. No tenía muy claro para qué le querían, porque llevaba meses sin ostentar ningún cargo orgánico en la Agrupación Socialista de Granadilla.

Al rato le llamó Barragán para preguntarle si iba a ir. Jorge le repitió lo mismo que al periodista: «Por supuesto que si me invitan iré, señor Barragán, pero es que no me han dicho nada, no sé nada de este encuentro». Barragán y los otros negociadores de Coalición llevaban ya un rato en la gasolinera de Guaza, esperando que apareciera Julio Cruz, que venía desde La Gomera en ferry. Pero tampoco ellos lo tenían ya muy claro. Habían pensado en cerrar, conseguir las firmas del PSOE e ir luego a buscar a José Domingo Regalado, a ver si lo convencían.

Pero por la mañana habían escuchado a Julio Cruz negar en una conexión telefónica con la SER la existencia de cualquier acuerdo entre el PSOE y Coalición, y desmentir todos los contactos producidos. Esperaron hasta las diez, media hora después de la prevista para la firma, y llamaron a Cruz, que dijo que lo lamentaba mucho, pero que no podía acudir a la cita, que su partido había desautorizado las conversaciones. Barragán llamó entonces de nuevo a Nicolás Jorge y le dijo que no hacía falta que se desplazara a Guaza, que no habría reunión. Luego llamó a Clavijo y confirmó que el pacto estaba roto y que por su parte ya no había nada más que pudiera hacer. Aprovechó para recordarle que después de esto él no seguía más, que se iba (…)

periodico-eldia-es-logotipo-2

(…) Tras enterarse de que el pacto estaba roto, que su legislatura con el PSOE pasaría a la historia como una de las más breves, Clavijo decidió llamar -por primera vez desde el inicio de la crisis- a José Miguel Pérez. Desde Presidencia le telefonearon varias veces, sin tener respuesta. Clavijo estaba realmente asombrado: «Esto no es normal. No es normal que te llame el presidente del Gobierno y no cojas el teléfono», le dijo a uno de sus tiralevitas. Pensó que Pérez no tenía intención de ponérsele: siempre había mantenido distancias con el secretario general del PSOE, un tipo con el que no tenía ninguna sintonía. Sabía que había sido uno de los apoyos de Paulino, y que tampoco Pérez sentía simpatía ninguna por él. Política y generacionalmente hablaban lenguajes muy diferentes. La última vez que se habían visto, había sido en Presidencia del Gobierno, antes de las vacaciones de verano. Clavijo le había llamado para hablar de la crisis en la televisión canaria, y negociar la posibilidad de reconducir una situación de absoluta quiebra de la confianza, antes de recurrir a cerrar un trato con el PP, con el que hoy se sostienen los equilibrios de un Consejo Rector muy mermado. Habían quedado en verse en Presidencia para resolver lo de la tele unos pocos días después, pero cuando la reunión se produjo duró muy poco: Clavijo tenía la agenda a tope, y no hablaron casi nada de la tele.

Quedaron en encargar a José Luis Méndez y Francisco Hernández Spínola intentar resolver las tensiones existentes. El resto del tiempo de ese breve encuentro, casi todo, lo dedicaron a hablar de la Ley del Suelo. Pérez quería un compromiso para pactar las diferencias, y que el PSOE actuara con más independencia. Y se fue convencido de que habían llegado a un acuerdo para que el PSOE mantuviera sus propios criterios, pero unos días después, en el Consejo de Gobierno del 8 de agosto, que tenía que aprobar el proyecto, Clavijo exigió que todo el Gobierno respaldara al completo el texto. Fue un momento muy duro para el PSOE, y la última vez que Pérez y Clavijo hablaron de algo. Quizá por eso el presidente había evitado llevar la negociación de Granadilla hasta el secretario general. Ahora faltaban apenas 24 horas para la censura y Clavijo esperaba con ansiedad una respuesta a las llamadas y mensajes. Hasta que a eso del mediodía, Pérez contestó a la llamada. Pidió disculpas por el retraso, estaba en clase. Fue una conversación educada pero en absoluto fácil.

Pérez estaba bastante molesto por la filtración de un acuerdo que desconocía, con cláusulas que consideraba ilegales y que el PSOE no iba a firmar, como el intercambio de ceses. La noche del domingo había llamado personalmente al periodista Dani Millet -algo que no hace casi nunca- para desmentir la existencia de ese o cualquier otro pacto con Coalición. Por eso, la conversación empezó con reproches: «Han filtrado ustedes un acuerdo al que nosotros no hemos dado ninguna validez y en el que no hemos puesto ni una coma», dijo. Clavijo le contó con detalle las distintas conversaciones de esos días con Julio Cruz, y le dijo que Patricia Hernández había sido informada. Pérez insistió una y otra vez en que lo único que podía hacerse era evitar la censura a González Cejas y dejó perfectamente claro que este dejaría la alcaldía el mismo día que se comunicara la apertura de juicio oral: «Eso es lo que hacemos siempre, es lo que está en el Código ético del partido, y también ahora vamos a cumplirlo, pero no a la fuerza, eso no va a aceptarlo el PSOE».

fernando-clavijo-1

jose-miguel-perez-1

Pérez habló también de la necesidad de evitar que la ruptura del Gobierno se convirtiera en una carnicería institucional: «Si se rompe el pacto tenemos que hacerlo con el menor daño posible para la estabilidad de ayuntamientos y Cabildos y sin perdernos el respeto». Era una de sus obsesiones, romper -si al final se rompía- sin hacerlo saltar todo y manteniendo las formas, evitando una kermesse caníbal, el espectáculo de un dominó de corporaciones locales. Clavijo insistió en que aún quedaban posibilidades para evitar la ruptura, y que iba a jugarlas todas, incluyendo la expulsión definitiva de los concejales disidentes. Pero necesitaba algo a lo que amarrarse, algo como lo que había logrado hacer aprobar a su Ejecutiva, algo como el documento al que habían dado el visto bueno, y que él creía bendecido por Julio Cruz. Un documento que los concejales de Granadilla se negarían a firmar, permitiendo así que Barragán los expulsara. Pérez no le dio ninguna oportunidad de asirse a ese papel.

Ante la negativa de Pérez, Clavijo intentaría incluso que Barragán actuara por libre -tenía potestad para hacerlo- y que asumiera la expulsión para evitar la ruptura y se inmolara frente a la Ejecutiva regional. Se lo pidió a la tarde, en una reunión en la que estuvo también José Miguel Ruano. Pero Barragán no aceptó.

La tarde del lunes, mientras desde Coalición se llamaba a los medios para explicar que el pacto se había roto porque el PSOE no había cumplido el acuerdo, y el PSOE replicaba acusando a Coalición de haberles distraído y engañado, Clavijo volvió a hablar de nuevo con Pérez para pedirle que se comprometiera a mantener el pacto si Coalición expulsaba a sus concejales, aunque después prosperase la censura y hubiera que recurrirla en los tribunales, como en Tacoronte. Pérez le dijo que no: «No hay mucho más que hablar: si prospera la censura el pacto regional queda roto». Ambos se acostaron esa noche convencidos de que eso era exactamente lo que iba a ocurrir. »

(Continuará con el título ‘La censura: discursos y mentiras’)

[facebook-page href="https://www.facebook.com/larendijaes" width="300" height="500" tabs="timeline, events, messages" show_cta="true" small_header="false" align="left" hide_cover="false" show_facepile="false"]